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El acarreo de garrafas es una escena común en Grijalba, Burgos. Sara Sendino

El pueblo de Burgos que lleva 13 años sin agua potable: «Tenemos mucha y muy muy mala»

Los vecinos y visitantes de Grijalba llevan años buscando una solución para su problema. Intentarán instalar pequeños equipos domésticos para potabilizar su agua

Sara Sendino

Grijalba

Martes, 27 de mayo 2025, 07:24

La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece que cada persona debe disponer de, al menos, 5,3 litros de agua al día para satisfacer sus necesidades más básicas. Sin embargo, en un pueblo de Burgos, Grijalba, llevan 13 años sin agua potable. Ahora el Ayuntamiento trabaja para impulsar una solución que mejore la calidad de este servicio básico.

Este pueblo cuenta con 112 habitantes censados y se encuentra en la comarca de Odra-Pisuerga, en el extremo oeste de la provincia de Burgos. Es un pueblo tranquilo, sencillo, con varios parques, un bar, una iglesia denominada BIC y una comunidad de vecinos muy unida. Juntos suelen disfrutar, celebrar actividades culturales u otra rutina menos placentera: organizarse para comprar garrafas de agua porque la que tienen no es potable.

Hasta hace 13 años, los vecinos de Grijalba bebían agua de los grifos de sus casas. Sin embargo, con el cambio de normativa europea al 'Plan para salvaguardar los recursos hídricos de Europa' su agua dejó de ser calificada como potable. «Tiene mucha cal y muchos sulfatos», cuenta Gema del Castillo, concejala de la localidad burgalesa.

Por tanto, de acuerdo con el informe de la OMS 'Cantidad de agua doméstica, nivel de servicio y salud', el acceso al agua a Grijalba es «inadecuado» porque el agua potable está a «más de 1.000 metros de distancia o 30 minutos de tiempo total de recolección».

Un pozo de abastecimiento

Varios manantiales emanan en los alrededores de Grijalba. Actualmente, el agua que abastece a este pueblo sale de uno de ellos, de un pozo ubicado a las afueras.

De ahí pasa a la planta potabilizadora, que cuenta con un tanque para filtrar el agua con arena, otro filtro y una descalcificadora. Después, el agua es impulsado al depósito, ubicado en la parte alta de Grijalba y con una estructura curiosa, parecida a un platillo volante. Desde el depósito, el agua se reparte por las casas.

Cuando un grifo se abre en Grijalba, el líquido que libera tiene una apariencia normal. Sin embargo, es un agua «con mucha turbidez», además de cal y sulfatos. Estos vendrían de la propia tierra, al ser muy caliza y arcillosa. «Es un agua muy compleja, que nadie entiende», explica la concejala, quien confirma que las labores agrícolas no están detrás de los altos niveles de sulfatos tras consultarlo con un experto, no como en el caso de los nitratos, que afectan a al menos 73 localidades de la provincia.

Desde hace «unos nueve años», los alcaldes que ha habido en Grijalba se han preocupado de buscar una solución al problema. También se han realizado análisis de la calidad del agua, como uno en 2022, que se declaró como «no apta» por el alto recuento de microorganismos. En cuanto a la turbidez permitida, el límite está en cinco U.N.F. (Unidades Nefelométricas de Turbidez), pero en Grijalba daba 1.495.

Algo parecido ocurría con los sulfatos: el máximo es 250 miligramos por litro y en este municipio se contaban 706. En el caso de la cal, el pronóstico se repetía: se comprobaron 600 grados de dureza en el pueblo de Burgos, mientras que el límite es 10 ó 12. En este 2025, los vecinos han comprobado que el nivel de sulfatos ha bajado a 419 y, aunque ha decrecido, creen que las abundantes lluvias han logrado ese descenso del nivel al diluirse los sulfatos en mayor cantidad de agua.

Descalcificadoras y paseos con miles de garrafas

Con este panorama, los vecinos de Grijalba adaptaron sus costumbres a una «situación difícil»: no tener agua potable. Algunos instalaron una descalcificadora en su casa, otros un depósito porque el agua no sale con mucha presión, pero todos comparten una tarea: llevar garrafas para beber agua y cocinar.

Porque el agua que sale del grifo de este pueblo burgalés es capaz de teñir ropa de color azul grisáceo y dejar el pelo y la piel «secos», según cuenta Del Castillo. Por tanto, este es un problema que trasciende la «economía» que supone el comprar garrafas, sino que también afecta a la «salud pública».

Por no hablar del desperdicio de plástico al comprar tantas garrafas, añade la concejala. Algunos vecinos se juntan para hacer pedidos conjuntos, por ejemplo, dado que este agua es utilizado incluso para cocinar. «Lo asumes», expresa Del Castillo resignada, acordándose de la «población envejecida» a la que llevar una garrafa de seis litros le va costando un poco más cada día.

Las posibles soluciones

En estos 13 años sin agua potable, los distintos regidores de Grijalba han intentado buscar una solución, dado que es un problema que a los pueblos de alrededor no les ocurre. «Primero se dijo que se iba a traer el agua desde Burgos», explica la concejala. Aunque «se ha desestimado porque sale bastante caro», pero señala que «se va a hacer en una zona de Salamanca», explica la de Grijalba.

Otra solución pasaría por derivar agua del Pisuerga, que ya se realiza en pueblos cercanos como Padilla de Abajo. «No es mala opción, aunque tampoco es el mejor agua», añade Del Castillo. Para lograr este proyecto, uno de los requisitos era renovar la red de abastecimiento de aguas.

Fue entonces cuando Grijalba se acogió a los Planes Provinciales de la Diputación de Burgos. Con 239.585,19 euros de ayuda más una cuota de en torno a 300 euros por cada casa lograron completar esta mejora. En la actualidad, el pueblo de Burgos se ha vuelto a acoger a esta subvención con el fin de cambiar algunos aparatos de su potabilizadora, pero siguen investigando cómo mejorar la calidad del agua, y la ósmosis inversa parece una buena solución.

La ósmosis inversa

«Potabilizar el agua no es tan fácil porque todo es química», señala la concejala de Grijalba. «Si quieres bajar la cal, suben los cloruros, por ejemplo, se va desestabilizando...», añade. Ahí entra en juego la ósmosis inversa, que trata de eliminar las impurezas del agua pasándola por unas membranas semipermeables.

Por el momento, en Grijalba mejorarán su potabilizadora y, aunque les han propuesto una planta común de ósmosis inversa, Del Castillo considera que sería más práctico que cada vecino tuviera la suya, para no gastar tantos recursos en, por ejemplo, purificar el agua de las duchas, el váter, el riego o contratar un empleado que controle día a día una planta tan grande.

La idea es que el agua llegue a las casas «con mayor calidad». Para ello, cada vecino debería poner un grifo extra en su casa con el fin de tener agua potable. Por el momento, son todo planes y primero lo probarán en una casa con descalcificadora «para ver cómo funciona».

En cuanto al precio, la concejala afirma que se gastarán la subvención de «unos 50.000 euros» y el pueblo añadirá «unos 5.000» más. Acto seguido, y si todo va bien, el siguiente paso de Grijalba sería instalar estos grifos, que se comprarían de forma conjunta y valen unos 300 euros. «Para el día a día yo creo que es una buena solución», declara la concejala, pensando también en la gasolina y el tiempo que sus vecinos se ahorrarían.

En la otra cara de la moneda, Gema del Castillo valora la posibilidad de que la ósmosis inversa no salga bien. De hecho, puede que a pesar de los esfuerzos «el agua no llegue a ser potable, porque al tener que quitar sulfatos y cal, suben los cloruros, y puede ocurrir que suban tanto los cloruros que superen los límites establecidos...». Por tanto, en el pueblo de Burgos de Grijalba seguirán probando soluciones para poder acceder a un servicio básico como el agua potable.

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