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La bailaora y coreógrafa Sara Baras, Premio Turium, representa estos días su espectáculo 'Vuela'. Emilio Naranjo / EFE

Sara Baras

Bailaora y coreógrafa
«Cinco segundos geniales son fruto de mil horas de ensayo»

La artista recibe el Premio Turium por su trayectoria y labor como embajadora de la cultura española

Domingo, 1 de junio 2025, 00:13

Sara Baras (San Fernando, Cádiz, 54 años) no acusa el cansancio. Después de 5.000 funciones, la bailaora y coreógrafa se siente con fuerzas para seguir exhibiendo su arte en las tablas. Inmersa en la gira de 'Vuela', el espectáculo con el que rinde tributo a su amigo Paco de Lucía, cree que el flamenco, como idioma universal, carece aduanas, de modo que el próximo Camarón puede nacer en Australia, Miami o Japón. «La tierra tira mucho, pero el flamenco es una forma de sentir y de vivir». Sara Baras es noticia porque es ganadora del premio Connecting Excellence Award, que concede Turium, la división de turismo de excelencia de Vocento, por su trayectoria y su labor como embajadora de la cultura española,

–¿Qué es lo mejor que le ha pasado en un escenario?

–Desde que hice el espectáculo 'Alma', que estaba dedicado a mi padre, y ahora este último, 'Vuela', en honor al maestro Paco de Lucía, he sentido algo muy especial. Esas personas, tan importantes para mí y que ya no están, las siento conmigo en el escenario. Y no con tristeza, sino con alegría y agradecimiento.

–Cristina Hoyos decía que después de una función le dolía hasta el último pelo. ¿A usted también le pasa?

—Sí, totalmente. Parece mentira que en el escenario flotes, que casi vueles, y luego el cuerpo duela tanto. Hay una parte técnica que controlamos, pero la emocional no, y ahí pasan cosas mágicas. Al día siguiente, te sientes como si hubieras pasado toda una noche de fiesta bailando: estás destrozada. Dicen que se pierden hasta dos kilos en una función intensa.

–¿Qué consejos le dio Paco de Lucía?

–Paco insistía mucho en el trabajo. Decía que la inspiración te debía llegar trabajando, que cinco segundos geniales son fruto de mil horas de ensayo. También insistía en no olvidar de dónde vienes, en tener los pies en la tierra, en no olvidar tus raíces. Eso te permite tener los ojos abiertos a todo tipo de culturas y músicas.

–¿Era tan serio como parecía?

–Tenía un sentido del humor bestial y era muy cariñoso. Imponía respeto, claro, pero enseguida te mostraba su cercanía. Era humilde de verdad.

«Momentos irrepetibles»

–¿Qué se siente cuando aparece eso que llaman duende?

–Es difícil de explicar, es como si todo coincidiera en el mismo punto: la música, la luz, la energía del público, la conexión con tus compañeros... Es una explosión maravillosa. Cuando vemos las grabaciones para corregir fallos, a veces nos sorprendemos, porque son momentos muy del corazón, irrepetibles. El duende aparece cuando todos nos entregamos al 100 %.

–¿Cree que el cuerpo le seguirá respondiendo durante muchos años más?

–Eso espero, porque todavía me siento muy fuerte. Cuando fui mamá pensé que me apoyaría más en la madurez y el peso escénico, en detrimento de la fuerza o la velocidad. Pero no. Tengo a un entrenador que me ayuda muchísimo, sobre todo para evitar lesiones. Me siento más fuerte que nunca. Supongo que cuando el cuerpo empiece a fallar, sabremos adaptarnos y ya está.

–¿Piensa que la retirada como bailaora será dolorosa?

–No tiene por qué. Me encanta dirigir, coreografiar, y además creo que tiene que llegar el momento de dar paso a otras artistas. En mi compañía hay chicas muy jóvenes a las que intento transmitir todo lo que me han enseñado.

–¿Tiene miedo escénico? ¿Lo sigue sufriendo?

– Por supuesto que sí. El día en el que se va a levantar el telón, no se pasa bien. Pero una vez que sube, parece que se disipa todo, que todo fluye, y eres capaz de dejarte el alma y disfrutar.

–¿Y con ese miedo le dan ganas de dar la espantada?

–El miedo lo tengo más antes de salir, no durante el espectáculo. Supongo que es más bien la responsabilidad, el temor a no estar a la altura. En mi caso, no solo bailo, también dirijo, coreografío, soy la responsable de la compañía. Todo ha de estar en su sitio y funcionar perfectamente para que el público perciba el respeto y la entrega total. Todo eso genera presión. Pero una vez que empieza la función se olvida el miedo. Entonces me entrego con el alma y el corazón.

–¿Qué es más importante en la danza: el dominio del cuerpo o de la mente?

—Hay que estudiar mucho para que el cuerpo tenga una técnica sólida. Pero cuando se llega a cierto nivel, tienes que olvidarte de la técnica y dejarte llevar por lo que sientes. Lo esencial es eso: estudiar mucho, sí, pero también saber soltarse.

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