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Cultiva Esteban Hernández (Madrid, 1965) un periodismo que escapa de la última declaración del político de turno y que, en cambio, trata de levantar la vista para vislumbrar las tendencias ideológicas, tecnológicas, culturales y económicas que de verdad mueven el mundo. El comportamiento de las élites, el declive de las clases medias o el advenimiento de los populismos son algunos de los asuntos sobre los que ha pivotado la obra de Hernández, autor de libros como 'El tiempo pervertido. Derecha e izquierda en el siglo XXI', 'Así empieza todo' o 'El corazón del presente. Mapa de una sociedad desconocida'. Corresponsal político de El Confidencial y uno de los analistas más agudos a la hora de entender los grandes cambios ideológicos nacionales y globales, publica ahora 'El nuevo espíritu del mundo. Política y geopolítica en la era Trump' (Deusto).
«Trump no es un mesías y su llegada se explica por dos factores: Estados Unidos pierde poder en el mundo y entre su población se extiende el descontento», cuenta Hernández, que destaca que, en un tiempo en el que han desaparecido las grandes utopías políticas, los grandes ideales (religiosos y de otro tipo) y después, la autorrealización personal, la última ilusión propugnada por los tecnócratas, «el espacio de reacción es lo nacional». «Cuando una gran parte de la población ve que las promesas se quiebran, una figura como la de Trump atrae a la gente con la idea de que hará grande a Estados Unidos otra vez. En realidad, lo que les está diciendo a los norteamericanos es que a ellos les va a ir bien», señala el autor, que valora la capacidad del presidente norteamericano de unir dos ideas que en el pasado parecían antagónicas, «derecha y cambio».
Hernández argumenta que las élites tradicionales de Estados Unidos observaron durante mucho tiempo a Trump con desdén, y «ese malestar por haber sufrido el desprecio es el que ahora le ha permitido conectar con un buen número de votantes. De alguna manera, él vio el mismo desprecio que había sufrido en los ojos de los habitantes de Estados Unidos», un país fracturado entre «cuadros conectados globalmente» y «una gran parte de la población con un futuro muy inestable». «En este contexto no se vota por una idea ilusionante de país, sino 'en contra de' algo, y eso lo ha sabido aprovechar Trump», subraya el escritor, que pone también el foco en el cambio tecnológico. «No se puede entender el trumpismo sin ver cómo los grandes magnates tecnológicos le han apoyado», incide.
Pero incluso aquí, hace Hernández una distinción: «Las empresas que tienen que fabricar algo, como Apple o Tesla, son más reticentes a la pelea con China, frente a aquellas que dependen de los algoritmos, como Airbnb o Uber, que no necesitan la integración con China y son las que más han apoyado a Trump».
Buena parte de la confusa situación actual se explica por el proceso de globalización del mundo en las últimas décadas. «Un grupo ha concentrado los recursos mientras el resto de la sociedad ha perdido nivel de vida. La gente con una vida estable es porque tiene un salario más unas rentas. De esta forma, se han debilitado las clases medias», sostiene Hernández.
Y si se habla de globalización, al fondo está China. «En un enfrentamiento con China, hay elementos en los que Estados Unidos no va a poder ganar. Por eso, Estados Unidos quiere que sus aliados se alejen de China en tecnología y en armamento. Vamos a tener difícil decir que no a los norteamericanos», plantea Hernández, que recuerda que en la historia, cuando los grandes imperios han comenzado a declinar, «han tratado de ganar terreno a costa de sus propios aliados». «De ahí los aranceles: nosotros vamos a pagar parte de la factura de Estados Unidos», señala.
En este contexto, no es demasiado optimista Hernández sobre la capacidad de España para adaptarse a un nuevo tiempo. «Estamos en un lugar secundario. Los grandes actores son Estados Unidos y China, y luego están otros como India, Turquía o el Golfo Pérsico. El eje se ha desplazado hacia el Pacífico y se está quedando en fuera de juego la Unión Europea, donde hay dos grandes potencias, Alemania y Francia, además de Gran Bretaña, si se considera Europa. En todo este nuevo tiempo, va a perder Europa y dentro de Europa, va a perder España».
«El problema de la UE», continúa Hernández, «es que en un momento de urgencia, no es capaz de definir su posición como territorio. La UE no es un país, tiene muchas voces a veces divergentes, no hay una política exterior común, y eso hace muy difícil negociar con Estados Unidos, que se aprovecha de la división interna».
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